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ACADEMIA FILOSOFICA HEBREA SINAI
Blog de sinai
03 de Febrero, 2008 · General

FLAVIO JOSEFO HISTORIA Y FILOSOFIA

Porque la guerra que los romanos hicieron con los judíos es la mayor de cuantas muestra edad y nuestros tiempos vieron, y mayor que cuantas hemos jamás oído de ciudades contra ciudades y de gentes contra gentes, hay algunos que la escriben, no por haberse en ella hallado, recogiendo y juntando cosas vanas e indecentes a las orejas de los que las oyen, a manera de oradores: y los que en ella se hallaron, cuentan cosas falsas, o por ser muy adictos a los romanos, o por aborrecer en gran manera a los judíos, atribuyéndoles a las veces en sus escritos vituperio, y otras loándolos y levantándolos; pero no se halla en ellos jamás la verdad que la historia requiere; por tanto, yo, Josefo, hijo de Matatías, hebreo, de linaje sacerdote de Jerusalén, pues al principio peleé con los romanos, y después, siendo a ello por necesidad forzado, -me hallé en todo cuanto pasó, he determinado ahora de hacer saber en lengua griega a todos cuantos reconocen el imperio romano, lo mismo que antes había escrito a los bárbaros en lengua de mi patria: Porque cuando, como dije, se movió esta gravísima guerra, estaba con guerras civiles y domésticas muy revuelta la república romana.

Los judíos, esforzados en la edad, pero faltos de juicio, viendo que florecían, no menos en riquezas que en fuerzas grandes, supiéronse servir tan mal ¿el tiempo, que se levantaron con esperanza de poseer el Oriente, no menos que los romanos con miedo de perderlo, en gran manera se amedrentaron. Pensaron los judíos que se habían de rebelar con ellos contra los romanos todos los demás que de la otra parte del Eufrates estaban. Molestaban a los romanos los galos que les son vecinos: no reposaban los germanos: estaba el universo lleno de discordias después JA imperio de Nerón; había muchos que con la ocasión de los tiempos y revueltas tan grandes, pretendían alzarse con el imperio; y los ejércitos todos, por tener esperanza de mayor ganancia, deseaban revolverlo todo.

Por cosa pues, indigna, tuvo que dejar de contar la verdad de lo que en cosas tan grandes pasa, y hacer saber a los partos, a los de Babilonia, a los más apartados árabes y a los de mi nación que viven de la otra parte del Eufrates, y a los adia­benos, por diligencia mía, que tal y cual haya sido el principio de tan gran guerra, y cuántas muertes, y qué estrago de gente pasó en ella, y qué fin tuvo; pues los griegos y muchos de los romanos, aquellos ti lo menos que no siguieron la guerra, engañados con mentiras y con cosas fingidas con lisonja, no lo entienden ni lo alcanzan, y osan escribir historias; las cua­les, según mi parecer, además que no contienen cosa alguna de lo que verdaderamente pasó, pecan también en que Pierden el hilo de la historia, y se pasan a contar otras cosas; Porque queriendo levantar demasiado a los romanos, desprecian en gran manera a los judíos y todas sus cosas. No entiendo, Pues, yo ciertamente cómo pueden parecer grandes los que han acabado cosas de poco. No se avergüenzan del largo tiempo que en la guerra gastaron, mi de la muchedumbre de romanos que en estas guerras largo tiempo con gran trabajo fueron detenidos, mi de la grandeza de los capitanes, cuya gloria, en verdad, es menoscabada, si habiendo trabajado y sufrido mucho por ganar a Jerusalén, se les quita porte o algo del loor que, por haber tan Prósperamente acabado cosas tan importantes, merecen.

No he determinado levantar con alabanzas a los míos, por contradecir a los que dan tanto loor y levantan tanto a los romanos: antes quiero contar los hechos de los amos y de los otros, sin mentira y sin lisonja, conformando las palabras con los hechos, perdonando al dolor y afición en llorar y lamentar las muertes y destrucciones de mi patria y ciudades; porque testigo es de ello el emperador y César Tito, que lo ganó todo, como fue destruido por las discordias grandes de los naturales, los cuales forzaron, juntamente con los tiranos grandes que se habían levantado, que los romanos pusiesen fuego a todo, y abrasasen el sacrosanto templo, teniendo todo el tiempo de la guerra misericordia grande del pobre pueblo, al cual era prohibido hacer lo que quería por aquellos revolvedores sediciosos; y aun muchas veces alargó su cerco más tiempo de lo que fuera necesario, por no destruir la ciudad, solamente Porque los que eran autores de tan gran guerra, tuviesen tiempo para arrepentirse.

Si por ventura alguno viere que hablo mal contra los tira­nos o de ellos, o de los grandes latrocinios y robos que hacían, o que me alargo en lamentar las miserias de mi Patria, algo más de lo que la ley de la verdadera historia requiere, suplícole dé perdón al dolor que a ello me fuerza; porque de todas las ciudades que reconocen y obedecen al imperio de los romanos, no hubo alguno que llegase jamás a la cumbre de toda feli­cidad, sino la nuestra; ni hubo tampoco alguna que tanto mi­seria padeciese, y al fin fuese tan miserablemente destruida.

Si finalmente quisiéramos comparar todas las adversidades y destrucciones que después de criado el universo han acon­tecido con la destrucción de los judíos, todas las otras son ciertamente inferiores y de menos tomo; pero no podemos decir haber sido de ellas autor ni causa hombre alguno ex­traño, por lo cual será imposible dejar de derramar muchas lágrimas y quejas. Si me hallare alguno tan endurecido, y juez tan sin misericordia, las cosas que hallará contadas recíbalas Por historia verdadera; y las lágrimas y llantos atribúyalos al historiador de ellas, aunque con todo puedo maravillarme y aun reprender a los más hábiles y excelentes griegos, que habiendo pasado en sus tiempos cosas tan grandes, con las cuales si queremos comparar todas las guerras pasadas, Parecen muy pequeñas y de poca importancia, se burlan de la elegancia y facundia de los otros, sin hacer ellos algo; de los cuales, aunque Por tener más doctrina y ser más elegantes, los venzan, son todavía ellos vencidos por el buen intento que tuvieron y por haber hecho más que ellos. Escriben ellos los hechos de los asirios y de los medos, como si fueran mal escritos por los historiadores antiguos; y después, viniendo a escribirlos, son vencidos no menos en contar la verdad de lo que en verdad pasó, que lo son también en la orden buena y elegancia; porque trabaja cada uno en escribir lo que había visto y en verdad pasaba; parte por haberse bailado en ello, y parte también por cumplir con eficacia lo que prometían, teniendo por cosa deshonesta mentir entre aquellos que sabían muy bien la verdad de lo que pasaba.

Escribir cosas nuevas y no sabidas antes, y encomendar a los descendientes las cosas que en su tiempo Pasaron, digno es ciertamente de 1oor y digno también que se crea. Por cosa de más ingenio ' y de mayor industria se tiene hacer una historia nueva y de cosas nuevas, que no trocar el orden y disposición dada por otro; pero yo, con gastos y con trabajo muy grande, siendo extranjero y de otra nación, quiero hacer historia de las cosas que pasaron, por dejarías en memoria a los griegos y romanos. Los naturales tienen, las bocas abiertas y aparejadas para pleitos para esto tienen sueltas las lenguas, pero para la historia, en la cual han de contar la verdad y han de recoger todo lo que pasó con grande ayuda y tramo, en esto enmudecen, y conceden licencia y poder a los que menos saben y menos pueden, para escribir los hechos y hazañas hechas por los príncipes. Entre nosotros se honra verdad de la historia; ésta entre los griegos es menospre­ciada; contar el principio de los judíos, quiénes hayan sido y de qué manera se libraron de los egipcios, qué tierras y cuán diversas hayan pasado, cuales hayan habitado y cómo hayan de ellas partido, no es cosa que este tiempo la requería, y además de esto, por superfluo e impertinente lo tengo; porque hubo muchos judíos antes de mí que dieron de todo muy verdadera relación en escrituras públicas, y algunos griegos, vertiendo en su lengua lo que habían los otros escrito, no se aportaron muy lejos de la verdad; pero tomaré yo el principio de mi historia donde ellos y nuestros pro­fetas acabaron. Contaré la guerra hecha en mis tiempos con la mayor diligencia y lo más largamente que me fuera Po­sible; lo que pasó antes de mi edad, y es más antiguo, pasarélo muy breve y sumariamente. De qué manera Antíoco, llamado Epifanes, habiendo ganado a Jerusalén, y habiéndola tenido tres años y seis meses bajo de su imperio, fue echado de ella por los hijos de Asamoneo; después, cómo los descendientes de éstos, por disensiones grandes que sobre el reino tuvieron, movieron a Pompeyo y a los romanos que viniesen a desposeerlos y privarles de su libertad. De qué manera He­rodes, hijo de Antipatro, dio fín a la Prosperidad y potencia de ellos, con la ayuda y socorro de Sosio. Cómo también, des­pués de muerto Herodes, nació la discordia entre ellos y el pueblo, siendo emperador Augusto, y gobernando las pro­vincias y tierras de Judea Quintilio Varón; qué guerra se levantó a los doce años del imperio de Nerón, de cuántas cosas y daños fue causa Cestio, cuántas cosas ganaron los judíos luego en el principio, de qué manera fortalecieron su gente -natural, y cómo Nerón, Por causa del daño recibido por Cestio, temiendo mucho al estado del universo, hizo capitán general a Vespasiano, y éste después entró por Judea con el hijo mayor que tenía, y con cuán grande ejército de gente romana, cuan gran porte de la gente que de socorro tenía fue muerta por todo Galilea, y cómo tomó de ella algunas ciudades Por fuerza y otras por habérsele entregado.

Contaré también brevemente la disciplina y usanza de los romanos en las cosas de la guerra; el cuidado que de sus cosas tienen; la largura y espacio de las dos Galileas, y su naturaleza; los fines y términos de Judea. Diré particular­mente la calidad de esta tierra, las lagunas, las fuentes; los males que lo ciudades que por fuerza tomaron, Padecieron, y en contarlo no pasaré de lo que a la verdad fielmente he visto y aun padecido; no callaré mis miserias y desdichas, pues las cuento a quien las sabe y las vio.

Después, estando ya el estado de los judíos muy que­branto, cómo Nerón murió, y cómo Vespasiano, habiendo tomado su camino hacia Jerusalén, fue detenido por causa del imperio; las señales que lo fueron mostrados por decla­ración de su imperio; las mutaciones y revueltos que hubo en Roma, y cómo fue declarado emperador, contra su voluntad, por toda lo gente de guerra, y cómo partiendo después para Egipto, por reformar las cosas del emperio, fue perturbado el estado y todas las cosas de los judíos por revueltas y sedi­ciones domésticas; de qué manera fueron sujetados a tiranos, y cómo éstos después los movieron a discordias y sediciones muy grandes. Volviendo Tito después de Egipto, vino dos veces contra Judea, y entró las tierras; de qué manera juntó su ejército, y en qué lugar; cuántas veces fue la ciudad afli­gida, estando él Presente, con internas sediciones; los montes o caballeros que contra la ciudad levantó. Diré también la grandeza y cerco de los muros; la munición y fortaleza de la ciudad; la disposición y orden del templo; el espacio del altar y su medida; contaré algunas costumbres de la fiestas, y las siete lustraciones y oficios del sacerdote.

Hablaré de las vestiduras del Pontífice, y de qué manera eran las cosas santas del templo también lo contaré, sin collar de todo algo, y sin añadir palabra en todo cuanto había.

Declararé después la crueldad de los tiranos que en Judea se levantaron con sus mismos naturales; la humanidad y clemencia de los romanos con la gente extranjera; cuántas veces Tito, deseando guardar la ciudad y conservar el templo, com­pelió a los revolvedores a buscar y pedir la paz y la con­cordia.

Daré particular razón y cuenta de las llagas y desdichas de todo el pueblo, y cuántos males sufrieron, unas veces por guerra, otras por sediciones y revueltos, otras por hambre, y cómo a la postre fueron presas. No dejaré de contar las muertes de los que huían, mí el castigo y suplicio que los cautivos recibieron; menos cómo fue quemado, contra la vo­luntad de César, todo el templo; cuánto tesoro y cuán gran­des riquezas con el fuego perecieron, mí la general matanza y destrucción de la principal ciudad, en la cual todo el estado de Judea cargaba.

Contaré las señales y portentos maravillosos que antes de acontecer casos tan horrendos se mostraron; cómo fueron cautivados y presos los tiranos, y quiénes fueron los que vinieron en servidumbre, y cuán gran muchedumbre; qué fortuna hubieron finalmente todos. Cómo los romanos pro­siguieron su victoria, y derribaron de raíz todos los fuertes y defensas de los judíos, y cómo ganando Tito todas estas tierras, las redujo a su mandato, y su vuelta después a Italia, y luego su triunfo.

Todo esto que he dicho, lo be escrito en siete libros, más por causa de los que desean saber la verdad, que por los que con ello se huelgan, trabajando que no pueda ser vituperado por los que saben cómo pasaron tales cosas, ni por los que en ella se hallaron. Daré Principio a mi historia con el mismo orden que sumariamente lo he contado.

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publicado por sinai a las 12:30 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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