Salgo de un sueño profundo. No estoy despierto todavía. Mi cuerpo permanece inerte y se escapa a mis sentidos como el mundo exterior que me rodea. Las imágenes del sueño ya se han desvanecido. Mi memoria, en el sentido común de la palabra, está ausente. No razono ni me acuerdo de que tengo el poder de hacerlo. Sin embargo, ya no duermo. No sé todavía que he salido de la inconciencia, pero ya siento mi vida fluir, imprecisa e indiferenciada.
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